Relación entre el desorden, los miedos y el estado emocional

 
Relación entre el desorden, los miedos y el estado emocional

Segunda parte

El desorden interno

Continuando con el paralelismo entre el desorden externo del lugar donde vivimos o trabajamos y el desorden de nuestra mente, será útil proceder a una revisión, siempre en paralelo, de esos lugares desordenados y del desorden que pudiera existir dentro de  nuestra vida.

Generalmente todos nos damos cuenta que somos desordenados en nuestras cosas exteriores, sea cuando no guardamos las cosas y las dejamos tiradas en otro lugar, sea cuando acumulamos cosas sin sentido y que ocupan un lugar inútil, incluso, cuando nos vestimos.

Pero la mayoría de las veces no advertimos que, aunque las cosas exteriores estén impecablemente guardadas, en nuestra mente y en nuestro corazón hay oscuridad, desorden y hasta una confusión que nos acerca a emociones de angustia y, en casos extremos, de tiniebla y pesadez.

Aquí, la casa mental está abarrotada con pensamientos de temor, de inseguridad, de insatisfacción y descontento que nos hacen sentir por dentro un desorden que por afuera no se alcanza a ver. 

Cuando la casa mental está desordenada, se hace lento el camino para obtener nuestras metas, pues la oscuridad mental nos impide ver las oportunidades y nos hace perder tiempo y fuerzas para actuar y decidir.

Por eso, tenemos que tratar de observar nuestro desorden mental y conocer sus causas y los motivos que lo generaron a lo largo de nuestra vida.

  • El miedo a sufrir pérdidas, en el plano de la salud, en lo económico, en lo afectivo, es un motivo de gran desorden dentro de nuestro interior porque nos oscurece el panorama del futuro.
  • El temor a no ser aceptados por los demás, de no ser agradables o queridos, provoca sensaciones de desolación y angustia.
  • Si nos sentimos controlados constantemente por los demás, en nuestra casa mental seguramente estarán alojadas la falta de confianza y la inseguridad y ello provoca un gran desorden.
  • Si sentimos que hacemos el ridículo y que somos poco atractivos, la casa mental se oscurece y tratamos de encender luces artificiales recurriendo a las apariencias. De allí que aquel que busca atraer a los demás y seducir por las apariencias, seguro que vive una vida desordenada e insoportable por dentro.
  • Quienes viven del pasado, quejosos y lamentando inconvenientes sufridos, han apagado las luces internas y no pueden iluminar el camino que tienen que recorrer en el momento presente. No hay dudas de que ello indica un tremendo desorden por el sufrimiento y el desgano que produce para caminar con optimismo hacia el futuro.
  • Si no confiamos en nuestras propias capacidades y nos consideramos menos que los demás, vamos a arrinconarnos y aislarnos en un estado de marginación emocional, de desgano e indecisión para salir adelante y superarnos. Esto también nos deja con una sensación de desorden.
  • Si por falta de voluntad, desidia o apatía dejamos de hacer cosas para lograr algo importante en nuestra  vida, la oscuridad no desaparece y los ambientes de la casa mental se ven confusos y desordenados.
  • Si no podemos comunicarnos, si tenemos miedo a decir y a manifestar lo que  deseamos en la vida, ello quiere decir que no somos libres, que dependemos del juicio ajeno y que estamos viviendo en un total desorden y esclavitud.

 

 

Estos son ejemplos que nos muestran que el desorden mental está vinculado con la falta de luz, con lo viscoso y con la pesadez de una vida chata, apagada y sin entusiasmo.

Ello conduce a la falta de proyectos, al aburrimiento y al pesimismo y no permite ordenar la vida que vivimos ni encenderla con la motivación, el entusiasmo y la alegría cotidiana.

Aplicando estas imágenes logosóficas de la casa mental, encontramos una clave a tener en cuenta: cuando hay orden en la mente, ésta se ilumina con el entusiasmo e impulsa a la voluntad para ordenar las cosas externas que hemos dejado sucias y tiradas en cualquier lugar.

Pero cuando en la casa mental predomina el desorden, nuestro interior se transforma en una verdadera cárcel mental que nos esclaviza e impide superarnos y evolucionar. Esto nos ocurre cuando dejamos las cosas y proyectos a la deriva y en estado de abandono y como si estuviéramos encadenados a los barrotes imperceptibles de nuestras deficiencias.

Por todo ello, será útil y conveniente revisar nuestra mente para detectar e identificar los lugares de nuestra vida personal en los que podríamos poner más orden y liberarnos del lastre de las cosas y pensamientos viejos.

Confiando en nuestra capacidad para ventilar y ordenar nuestra mente, seguramente podremos desalojar las trabas, las inseguridades, los temores, los resentimientos, los complejos y los prejuicios que desordenan e inmovilizan nuestra vida personal.  

Así como para estos casos las amas de casa recomiendan hacer las cosas sin apuro, con mucha paciencia, con alegría y confiando en la propia capacidad para ordenar, del mismo modo deberemos proceder para restablecer gradualmente el orden de la propia casa mental.  

Primera parte
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