El vacío existencial de ser inteligente
Es muy frecuente escuchar que quienes son inteligentes tienen dificultades para integrar la teoría con la práctica y que no suelen resolver a tiempo las cuestiones sencillas y simples de la vida cotidiana.
Parecería que les resulta más fácil y cómodo convivir con la teoría. Por eso, se los puede identificar por su manía de teorización y por la velocidad de dar respuestas a cuestiones teóricas catalogadas por ellos mismos como superiores. Es decir, son poco prácticos y así se los considera por quienes conviven con ellos.
Es así que sufren serios problemas de comunicación y de convivencia, sumados al hecho de que no comparten su vida con los demás porque no se sienten comprendidos o porque se consideran superiores.
Incluso, aparece un ingrediente con serias consecuencias para vivir la vida cotidiana: quienes se consideran inteligentes disfrutan de estas cualidades aparentes y hasta hacen ostentación de poseer tales características.
Parecería que ser hosco con los demás, mostrarse pesimista, poco práctico, malhumorado, insensible, poco sociable y problemático para la convivencia, constituye un galardón y un atributo de prestigio que se exhibe muchas veces con aires de superioridad, jactancia y soberbia.
Esta situación no es inocua, ya que los lleva a la soledad y ésta al vacío existencial con su séquito de depresión, angustia y pesimismo. Tarde o temprano, la realidad les hará pagar el alto precio de no haber comprendido la vida en su integralidad y de haber maltratado su sensibilidad con la frialdad de un racionalismo poco inteligente.
Y aquí nos aproximamos a una nueva comprensión sobre un tema impregnado de prejuicios y controversias: quien sufre los episodios señalados es muy probable que no sea inteligente, ya que no advierte que vivir de esa manera no es un atributo de la inteligencia sino de perturbaciones emocionales y deficiencias más profundas.
Es poco lógico afirmar que poseer el atributo de “inteligente” nos condene al peor y al más temible de los estados emocionales del ser humano: vivir una vida vacía.
En realidad, es la incapacidad para pensar y sentir la vida la que predispone al vacío mental y emocional del sujeto, al punto de aislarlo del entorno y de llevarlo a adoptar actitudes de soberbia, rigidez e intolerancia, manifestadas en un inexplicable malhumor y falta de alegría.
De allí que tales conductas distan de los atributos de la condición de inteligente, por lo que sería incorrecto afirmar que es propio del sujeto inteligente vivir en el vacío existencial.
Si bien muchas veces la comprensión acertada e inteligente de los problemas que atañen al ser humano y vulneran su dignidad es causa de dolor, este sufrimiento solidario conduce a un compromiso activo y transformador que no es en modo alguno compatible con el vacío ante la propia vida. Al contrario, el anhelo de ayudar a la superación humana le otorga a la propia vida un contenido superior y enaltecedor.
El vacío psico-emocional, en cambio, proviene y se origina por la pérdida del sentido de la propia vida y repliega al sujeto en la penumbra y en la ausencia de actividad solidaria. Este déficit de la acción vital no guarda una estricta correlación con la condición de inteligente.
- Quien muestra signos de inteligencia, está mostrando que sabe pensar, que sabe ubicarse con equilibrio ante el dolor y el sufrimiento de los demás.
- Quien es inteligente no se aferra a teorías que le dan la sensación de seguridad y de estar en la verdad, sino que puede jugar y aceptar la incertidumbre con una modestia sin presunciones ni ostentación.
- Quien es inteligente sabe reconocer sus errores y acepta su propia ignorancia.
- Quien es inteligente no necesita hacer alarde de lo que sabe y conoce.
- Quien es inteligente puede adaptarse con sencillez y sentido práctico a las cosas simples de la vida sin caer en la ingenuidad ni en la alegría ficticia.
- Quien es inteligente es oportuno y rápido para actuar en cuestiones que requieren decisión y fuerza de voluntad.
- Quien es inteligente comprende su existencia y trata de descubrir el sentido de su vida desde convicciones no contaminadas por creencias ni prejuicios.
- Quien es inteligente busca darle un contenido solidario y compartido a su vida para llenar y/o evitar el vacío causado por el ejercicio de una fría racionalidad.