Cómo desenmascarar a un manipulador
Todo manipulador influye y domina a un grupo porque éste tiene una mente débil. Pero ello no significa que el manipulador posea una mente fuerte y dominante; simplemente tiene imágenes fuertes y muy precisas relacionadas con su afán de dominar y de ser obedecido imponiendo sus objetivos unilateralmente. De esta manera, llega a un estado de complacencia interesada frente a un grupo (laboral, social) que todavía no advierte su condición de rebaño.
El rebaño es apacible y piensa en paz, pero su mente se dispersa y busca cosas fáciles porque es cómodo e inconstante. El manipulador, en cambio, persigue objetivos precisos y tiene claro los intereses que busca y las acciones que despliega con un estudiado ocultamiento.
El manipulador es un simulador y actúa con el modelo mental del ladrón. Por eso, espera pacientemente el momento oportuno para seducir y entrar en las mentes de cada uno para quitarles su autonomía y generar dependencia.
Cuando el manipulador logra el apoyo grupal, en realidad se queda en posesión de la autonomía y la iniciativa de los demás. De esta manera, adquiere el botín de la aprobación y el oro de la confianza.
Como todo ladrón, el manipulador está siempre al acecho para arrebatar al grupo sus propias convicciones. Por eso, le teme y le molesta la lucidez mental y al pensamiento crítico de quien podría ejercer una función de esclarecimiento.
Así, en el ejercicio de esta función de ladrón, el manipulador sorprende, se agazapa y engaña escondiéndose en sus mentiras. Y aunque no lo podrá lograr jamás, el manipulador hace permanentes intentos de arrebatar y quedarse con la capacidad de ver y de pensar de cada uno.
Por eso, esconde su prepotencia, creyéndose propietario del territorio mental del grupo e imponiendo imágenes estruendosas para robarle a los individuos la posibilidad de pensar por sí mismo.