La infancia, Víctima de la mirada Hipersexualizada de los adultos
Hipersexualidad infantil en un mundo hipersexualizado
Segunda parte
La infancia es el momento y el lugar del crecimiento bio-psico-emocional y socializador que, en estricto sentido pedagógico, debería caracterizarse por la delicadeza y el cuidado de la mente infantil.
Por razones obvias y naturales, sabemos que en ningún niño se dan las condiciones de madurez física y psico-emocional que justifiquen o avalen la búsqueda desmedida de placer o la exacerbación de una sexualidad en formación, como creen o suponen muchos adultos.
En sentido riguroso, la denominada hipersexualidad infantil es el reflejo de un mundo adulto hipersexualizado que concibe la sexualidad como un producto de consumo.
En tal situación aberrante, es muy seguro que el niño actuará y responderá a las instancias de una sobre-estimulación audiovisual que lo transformará en víctima y hasta en protagonista inocente e indefenso de un ambiente caracterizado por la ausencia de una educación sexual orientadora.
Por eso, es necesario tener en cuenta que todo este proceso sucede en el mundo adulto y es interpretado por la mente adulta con sus connotaciones sensuales y erotizantes de alto contenido y significación patológica y perversa.
Entonces, surgen algunos interrogantes:
- ¿Qué significado tienen los movimientos simpáticos e inocentemente seductores del niño?
- ¿Qué intenciones tiene un niño cuando adopta poses de “agrandamiento” o juega con la imitación de figuras atractivas?
En realidad, esas conductas externas del niño tienen un valor simbólico en sí mismo: disfrutar su capacidad para expresar el movimiento de su cuerpo o, simplemente, disfrutar imitando el movimiento adulto.
Es decir, el niño no provoca, simplemente imita y disfruta del movimiento de su cuerpo sin las connotaciones espurias que le otorga la mente adulta.
En casos extremos, es tal la confusión mental del adulto que, al identificar la espontaneidad del cuerpo infantil con una pose provocativa, busca en ello un placer aberrante y totalmente ajeno al movimiento corporal del niño y a su modo de expresarlo.
De allí que la utilización de un ropaje seductor y acompañado de posturas adultas, de ninguna manera tiene connotaciones erotizantes e hipersexualizadas por parte del mismo niño. Simplemente refleja las perturbaciones del estado mental del adulto.
En consecuencia, la llamada hipersexualidad infantil no es tal; es el aditamento de una mente adulta que tuerce, mediante una interpretación contaminada o maliciosa, la espontaneidad e inocencia del movimiento corporal o gestual del niño.
Por eso, la preocupación pedagógica debe centrarse en la crisis del mundo mental del adulto, que de ninguna manera debería perturbar la sensibilidad de los niños para asumir vivencias forzadas y conductas impropias de su edad.
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