Hipersexualidad infantil en un mundo hipersexualizado

 
Hipersexualidad infantil en un mundo hipersexualizado

Primera parte

En la actualidad se escuchan con mucha frecuencia voces de alerta por parte de adultos preocupados por la manera en que las niñas insinúan, muestran y expresan ciertos aspectos de una femineidad que aún no les ha tocado vivir ni manifestarse.

Para hacer un análisis pedagógico y más realista de esta problemática, que no debe confundirse con el simpático e inofensivo "coqueteo", es necesario ubicar los hechos y situaciones por todos conocidos en un contexto más amplio y en el cual los niños resultan ser verdaderasvíctimas inocentes.

La creciente tendencia al consumo del sexo como un producto en sí mismo y como una experiencia separada de la sensibilidad, generalmente conduce a la compulsión y al desborde instintivo.

Cuando la placentera y saludable energía sexual conduce al desborde y éste se hace ilimitado, tal desenfreno termina por configurar el mundo hipersexualizado en el que permanentemente estamos actuando.

Debemos comprender que el vacío existencial y afectivo que está enfermando nuestra sensibilidad y la ausencia de un conocimiento acerca de nuestros impulsos instintivos, desencadenan que las relaciones que establecemos con el entorno y con los grupos en que actuamos cotidianamente, tengan un trasfondo sexual exacerbado por la ilusión de estar acompañados y más satisfechos.

Quizás los  sociólogos y psicólogos tengan la palabra definitiva acerca del origen y el alcance emocional de tales comportamientos y actitudes, a fin de que puedan demostrar y esclarecer acerca de si en realidad estamos en presencia de una patología de la personalidad o de una disfunción social.

Paradójica y lamentablemente, y por razones muy poco claras y confusas, en la vida cotidiana se advierte que los padres fomentan y avalan el prematuro abandono de la infancia por parte de sus propios hijos. 

En casos extremos, parecería que el niño ya dejó de jugar, al adoptar actitudes y comportamientos a instancias de una avalancha de imágenes que responden al contexto hipersexualizado que acabamos de describir.

 

Más allá de todo intento moralista o puritano, la preocupación debe estar centrada en el hecho de que las poses de “agrandamiento” o de imitación de figuras atractivas, mediante la utilización de un ropaje seductor acompañado de posturas adultas, están relacionadas con un mundo adulto que de ninguna manera los niños están preparados para asumir.

El tratar como adultos a los hijos cuando en realidad no lo son ni están preparados para serlo, reviste una gravedad que los lleva a la perturbación cognitiva y psico-emocional. Pues la creatividad y el juego son remplazados y en su lugar los padres instalan un modo de vida referenciado por la imagen de lo que quizás los mismos padres no pudieron ser.

La insensatez y la falta de ubicación y equilibrio de los padres frente a sus hijos los conduce a sustituirles de manera inadvertida el juego espontáneo y a introducirles, de modo espurio y anticipatorio, nuevos elementos relacionados con la estética adulta, con la vestimenta de moda y con las conductas novedosas.

Es tal el desatino de los padres, que fomentar esa necesidad de acceder o intentar tener la imagen de un cuerpo perfecto para atraer y agradar, no refleja otra cosa que un vacío e inmadurez que aquéllos transfieren al niño causando estragos y perturbaciones en su psiquis.

Además, existe un agravante en todo este escenario: los padres aplauden, simpatizan y se divierten con tales comportamientos, sobre todo porque surgen de las ocurrencias espontáneas e inocentes de un niño que casi apenas sabe hablar.

De esta manera, el niño consolida y afianza el comportamiento que sus propios padres aplauden con cierta inconsciencia e ignorancia de sus consecuencias y de su impacto en el futuro de la vida personal de sus hijos.  

El niño actúa y responde a las instancias que le propone la sobre-estimulación audiovisual y, sin ser advertido por los propios padres, termina siendo el instrumento y la víctima de esta cultura ambiental hipersexualizada.

Quizás sea exagerado afirmar que estamos en presencia de una hipersexualidad infantil generalizada, pero lo cierto es que emergen en el ambiente casos muy graves y excepcionales.

Sea como fuere, el sentido común y la lógica nos indican a todos, sin excepción alguna, que en ningún niño se dan las condiciones de madurez física y psico-emocional que conlleve la posibilidad de exacerbar una sexualidad en formación que podría desembocar en grados desmedidos de placer y de posible alteración de los vínculos inter-personales.

Segunda Parte
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